Muchas veces la cabeza pide desconectar de la tecnología.
Hay distintas formas de hacerlo, pero un fin de semana de camping parece algo adecuado para dejar el confort de la ciudad y sortear los distintos desafíos que nos puede dar armar la tienda de campaña donde vamos a dormir. Y más si no la conoces, porque es nueva o te la prestaron, o si ya la tienes hace un tiempo pero ni recuerdas cómo era que se armaba.
En definitiva, desde el momento cero tienes que poner tu mente a resolver otras cosas que no son de tu día a día.
Además de esto, luego vienen todas las demás actividades que debes realizar, que son rutinarias, pero ahora no cuentas con los elementos habituales. Nuevamente, tu cerebro está en modo creativo. Y todo esto, creo, es muy importante para hacer un "reset" rápido, corto pero beneficioso. Alejarse de la ciudad aunque sea un poco, compartir con tu familia o amigos de otra forma, hace que manifiestes otra unión y otra forma de relacionarte fuera del ajetreo del día a día.
Increíblemente, a pesar de esa escapada de la tecnología —nada obligada, sino simplemente un acto de dar rienda suelta a la imaginación y hacer algo distinto— muchas veces también te hace ver otras cosas que quizás no conocías o no te habías imaginado que existían. A veces por no estar en tu radar, otras por desinterés, y otras por desconocimiento… como era mi caso.
Así fue que me crucé con una persona que se disponía a estacionar su caravana —o casa rodante, como le decimos en mi país— en un espacio extremadamente ajustado.
Entró de frente con su vehículo en un callejón sin salida. Se detuvo, desenganchó su caravana del auto, la movió hacia un costado, tomó una palanca un poco extraña —no igual, pero similar a las llaves “cruz” que se usan en las gomerías para sacar las ruedas pinchadas— y comenzó a girarla a un lado de cada una de las ruedas.
También hizo algunos movimientos al frente y luego se paró al costado de la caravana con un control remoto en mano… y comenzó la magia.
Allí, como quien maneja un auto de juguete, con unos botones comenzó a mover la caravana de un lado para el otro, acercándola hasta ubicarla en un rincón de su parcela. Como si una mano gigante la hubiera tomado desde la calle y la hubiese colocado milimétricamente allí.
O, si queremos ser más realistas —ya que pesa una tonelada— como si unas treinta personas la hubieran levantado y colocado precisamente en ese lugar. Todo, con un control remoto.
Reflexión: Mi ignorancia me trajo hasta aquí
Fueron las palabras con las que me presenté a esta persona, un español que me comentó que el sistema ya es muy popular en Europa.
Me explicó que funcionaba con un motor eléctrico y me mostró el control remoto: era más simple que el de un aire acondicionado, con botones en forma de flechas. Me enumeró todas las ventajas y cómo lo ayudaba.
Mi cabeza comenzó a “carburar”, como dice mi padre, haciendo referencia a un motor cuando empieza a funcionar.
Existen soluciones para problemas que no sabemos que alguien tiene. Y no imaginamos cuánto pueden ayudar.
Una maniobra que puede ser compleja y requerir de dos o tres personas para guiarte, habilidad para maniobrar en reversa, y que muchas veces termina con un resultado impreciso, puede resolverse en cinco minutos por una sola persona con un control remoto.
Hice una breve pesquisa, y este sistema es muy usado en Reino Unido, Alemania, Francia y Países Bajos, y en menor medida en España.
Se conoce como Caravan Mover. En Latinoamérica, por no ser tan común el uso de caravanas tan grandes, tener espacios más amplios, o por los costos elevados de los motores, esta tecnología es menos visible. Pero existe.
Mi reflexión es que este es un ejemplo más de cuán importante es salir fuera de nuestro entorno habitual —ya sea de nuestra ciudad, país o continente— para conocer lo que hay en otros lados.
No precisamente para dedicarnos a instalar motores en casas rodantes, pero sí para tomar ideas, saber que siempre puede haber algo que ya resuelve un determinado problema y cómo eso puede darnos una pista para resolver otra situación futura.
Una vez, un profesor —posteriormente amigo y cliente— nos cuestionó, cuando estábamos desarrollando nuestro proyecto de grado, si ya habíamos visto otras soluciones que podríamos haber integrado o usado como inspiración.
Nuestra respuesta fue que simplemente salimos a analizar el problema y desarrollamos lo que creíamos era la solución.
Eso fue un gran aprendizaje que está presente cada día en cada proyecto. Y experiencias como la que viví este fin de semana refuerzan cuánto tenemos que conocer lo que ya hay en el mercado: tanto para resolver nuestros problemas como para aprender de problemas ajenos que nos pueden inspirar..
Luego de la charla y este gran aprendizaje, lo dejé en paz para que pudiera continuar con su acampada. Ahora le tocaba la parte más divertida del viaje… aunque creo que manejar la caravana con el control remoto también había sido una gran diversión.
Esta ha sido mi undécima newsletter.
La idea de los vehículos autónomos existe desde los años 50. General Motors presentó un prototipo con cables llamado Motorama.
Quizás empezamos a escuchar más del tema por allá por 2009, cuando Google difundió su proyecto Self-Driving Car, o en 2015 cuando Tesla lanzó el Autopilot.
Entonces pensé:
¿Qué tal un comando de voz como “Ok Google, estaciona mi caravana”?
Y que la Inteligencia Artificial evalúe, en base a la geoposición, por dónde saldrá el sol, dónde se ocultará, qué sombra hay disponible… y que, considerando el clima, nuestros gustos y sensores externos, la estacione en el lugar perfecto.
Esto también serviría si no tienes una caravana y solo quieres ubicar tu tienda de campaña en el mejor sitio.
Pero luego pensé…
Si dejamos todo esto en manos de la tecnología, ¿no estaremos desvirtuando el motivo de nuestro descanso?
¿No se trata justamente de sacar a nuestro cerebro de la zona de confort y ponerlo a trabajar de forma creativa para resolver cosas simples, a prueba y error, vivir la experiencia de equivocarnos, corregir y volvernos expertos en experiencias al aire libre?
Conocer, disfrutar, descubrir, entender nuestros valores.
Muchas gracias por llegar hasta aquí.
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Nos vemos el próximo domingo.
¡Chau!
Fabricio De los Santos